Empieza la década con un avance tecnológico que sería un salto de gigante para el presente y el futuro de Telefónica. La central de Madrid-Atocha, una de las más importantes de la capital -y del país- se convierte en la primera central digital de toda la red telefónica. Con la instalación del sistema de computación AXE-10 de Ericsson y los primeros cables de fibra entre Atocha y Chamartín, Telefónica consigue dar servicio a 10.000 líneas simultáneas y da así un salto cualitativo clave hacia la disminución -y posterior eliminación- de las listas de espera, uno de los grandes problemas operativos de la compañía, que pervivía año tras año. Años después, la fibra sería el gran vehículo para hacer de España el país mejor conectado de Europa y casi del mundo.
La central de Atocha fue inaugurada con todos los honores por el nuevo presidente de Telefónica, Salvador Sánchez-Terán Hernández, logroñés e ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Comenzaba una era de modernidad con centrales en las que el crecimiento de líneas era más rápido y barato, además de más fiable. Sánchez-Terán sería presidente un breve periodo de dos años, hasta 1982.
En una sociedad azotada por el paro, Telefónica aumenta su plantilla en casi 2.400 personas, nuevos profesionales, en su mayoría técnicos, que vienen a engrosar un equipo de casi 60.000 personas. De ellas, casi el 29% eran mujeres, y la edad media de esa joven plantilla lista para la nueva década rondaba los 36 años. Y un dato interesante: más del 38% de los empleados continuaron con su formación interna en 1980 y completaron al menos un curso.
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