En 1955, siendo presidente José Navarro-Reverter, Telefónica convierte a España en el undécimo país del mundo en alcanzar un millón de teléfonos instalados. Antes de la explosión del turismo y de la definitiva apertura de España al mundo, el país empezaba a mostrar signos de modernidad y la popularización del aparato telefónico en los hogares era sin duda uno de ellos. El teléfono -son los años de los clásicos modelos de baquelita negra- empezaba a ser una necesidad doméstica y también un motor de desarrollo económico para España.
Al mismo ritmo que la instalación de líneas crecen las llamadas cursadas a través de teleoperadoras: 1955 acaba con nada menos que 80 millones de comunicaciones interurbanas gestionadas. Los españoles se van acostumbrando a llamar por teléfono, y la compañía acelera en el proceso de automatización de sus centrales para dar salida a todo ese tráfico. Con la incorporación de Teruel se completa el mapa de capitales de provincia con centrales automáticas. Pero aún faltaban muchos, muchos años -más de 30- para que todo el servicio telefónico del país funcionara sin la intervención de nuestras queridas telefonistas.
En 1953 España firmaba con EEUU -bajo la presidencia de Eisenhower- el acuerdo bilateral de Defensa que se llamó el Pacto de Madrid, que permitió la instalación de cuatro importantes bases militares norteamericanas en suelo español: Rota y Morón, en Andalucía y aún vigentes, Torrejón (Madrid) y Zaragoza, estas dos últimas desmanteladas en los primeros años 90. Dos años después, en 1955, Telefónica se convertía en el “socio tecnológico” de las Fuerzas Aéreas norteamericanas tras el acuerdo alcanzado para conectar telefónicamente las cuatro bases militares e integrarlas en la red nacional de telefonía. Un acuerdo, explicaba el presidente en su carta a los accionistas, “muy satisfactorio para ambas partes […] sobre la base de una firme y recíproca confianza”.
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