Los años 50 se suceden uno tras otro compitiendo en instalaciones e innovaciones cada vez mayores. La tecnología avanzaba, la demanda también, y Telefónica quería ser la primera en disponer de todas las infraestructuras que aceleraran o hicieran más eficiente el servicio. 1957 es el año en que se extiende el primer radioenlace de gran capacidad, el de la ruta Madrid-Sevilla, que después se prolongó hasta Tánger. Un radioenlace con proyección a largo plazo, porque, gracias a la modulación podía enviar varias comunicaciones por un mismo portador. En su primer uso se enviaban a través de él 96 circuitos simultáneos -impensable hasta entonces-, pero ya desde el origen estuvo preparado para llegar hasta 600, y, con ayuda de algunos equipos adyacentes, hasta 3.600 comunicaciones al mismo tiempo. También entonces, Telefónica ponía en marcha un avance que sería clave en la parte de transmisión: el cable coaxial. Cables de gran capacidad alimentados con electricidad que conseguían llevar la señal de forma óptima de extremo a extremo gracias a los repetidores, unos amplificadores de la señal colocados cada x kilómetros de la misma red para asegurar que la potencia se mantiene durante todo el recorrido. La primera ruta con cable coaxial fue la de Madrid-Zaragoza-Barcelona que se puso en servicio en 1957 y que abrió el camino para automatizar la telefonía entre esas ciudades de la ruta y prolongar el cable hasta la frontera con Francia haciendo posible, pocos años después, las llamadas automáticas con París, Londres, Bruselas, Fráncfort, Ginebra, Génova y Marsella.
El año 1957 acaba con casi 175.000 nuevas líneas telefónicas en España, es el año con más altas registrado hasta entonces. Es un ejercicio de datos excepcionales en el que se rozan los 10 millones de conferencias a larga distancia -interprovinciales- y el millón de llamadas internacionales. Ya son casi cien los países con los que la compañía ofrecía servicio telefónico. Pero una de las novedades realmente disruptivas de ese año –que Telefónica acompañó de una detallada campaña de publicidad para explicar el servicio a sus clientes- fue la posibilidad de telefonear a pasajeros de buques en alta mar garantizando la misma calidad del servicio que si estuvieran en sus domicilios. Esa comunicación “persona a persona”, como rezaban los anuncios, con pasajeros de un barco en plena navegación, debió parecerles ciencia ficción a los españoles de mediados de los años 50. Pero era posible, y lo era con Telefónica.
Comienza en Madrid y Barcelona el llamado “Servicio Medido”, una nueva forma de tarificar popularizada ya en otros países, en la que el coste de la llamada dependía de su duración. Durante muchas décadas, la CTNE tarificó por “pasos” y así se medían las llamadas. La duración de los pasos variaba en función del día y la hora de la llamada. Posteriormente, el Servicio Medido fue extendiéndose al resto de localidades.
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